“¡Apúrate!”. El Negro urgía a Cristina a acelerar el paso, como lo hace siempre. Ella, tragándose un par de improperios que cruzaban de la mano por su mente, aligeró sus pisadas mientras subía la escalera de la estación Plaza Italia del subte bonaerense. Habían equivocado la dirección, y ahora estaban contra el tiempo para volver al hostal, en Palermo, lugar de encuentro del grupo de amigos que iría esa noche al recital de McCartney en River. Cristina pensaba en eso cuando algo en su cuerpo hizo cortocircuito. Tropezó, y su canilla chocó de manera violenta con uno de los escalones de concreto. El dolor le nubló la vista. Cuando pudo aclarar la mirada lacrimógena, el Negro la miraba con espanto. “Pucha, eso te pasa por correr en las escaleras”, dijo. Si hubiera tenido las fuerzas, lo habría ajusticiado ahí mismo.
A duras penas llegaron en taxi al hostal. La pierna de Cristina lucía mal, y ella no quería ni subir el pantalón para ver, mientras aguantaba el dolor y sentía como toda la extremidad palpitaba. Cojeando, subió a su habitación para por fin, sola y sin la mirada de “no-vas-a-poder-ir-al-recital” del Negro, ver el daño. Era profundo. Lo oscuro del pantalón ocultaba la sangre, pero no el dolor.
Cleopatra
En otro lugar de la ciudad, yo vivía mi propio “corralito”, incapaz de hacer que un cajero escupiera un par de billetes, por mi inexperiencia a la hora de calcular que el giro tenía que considerar un saldo para el “impuesto”. Así las cosas, llegué al hostal sin poder comprar ningún encargo-cacho y ansioso por la cercanía de una tocata por la que había pagado caro y tomado un avión, sólo para encontrarme con la cara de funeral del Negro, que sudado y nervioso se paseaba por el lobby-living. “La Cristina”, repetía con una palidez que no le conocía. “Se cayó en la escalera del metro. Le pasó por andar corriendo”, me dijo sin asomo de culpa.
“¿Le ofreciste algo? ¿Le compraste un antiinflamatorio? ¿Vendas? Ya casi estamos en la hora, tenemos que irnos”, dije con ánimo de líder. “No quiso nada”, me respondió, aunque estoy seguro de que no se le había ocurrido. Al rato llegó el Kily, otro de los viajeros fans que se nos unió en la preocupación.
Qué hacer… ¿dejarla y partir? ¿Quedarnos todos? ¿Llevarla en andas como si fuera Cleo-Cleopatra, la reina del Nilo? “Dicen que no hay cojo bueno” agregó el Negro, ante nuestras miradas de desaprobación y justo cuando Cristina bajaba las escaleras con dificultad y muestras de dolor en el rostro. “Dejé la cama llena de sangre” nos comentó con sólo media sonrisa.
Estábamos mirándonos sin decir nada, cuando aparece el tipo de la recepción. Un argentino rubio, ojos claros, alto, con un botiquín en la mano. “Discúlpenme, pero escuché que alguien se hizo una herida”, dijo. Antes de que alcanzáramos a decir nada, Cristina ya figuraba mostrándole la pierna. Su rostro de moribunda lucía ahora dos tonos más rosado en la zona de las mejillas. “Es bien profunda la herida, ¿eh?” aseguraba el blondo. “No tanto, no me duele nada. ¿Trabajas hace mucho acá?”, respondía Cristina, perdida en el tiempo y el espacio, mientras sus tres ocasionales compañeros mirábamos el reloj.
Milagrosamente, Cristina ahora caminaba perfecto, incluso mejor que antes.
El taxi nos dejó por el otro lado. Tuvimos que caminar unas veinte cuadras para por fin llegar al acceso. Poleras beatle por todos lados. Los colores de River en el estadio. Estamos a solo metros de entrar al recital de nuestras vidas. “¡Apúrate!”, el Negro urgía a Cristina. Ella se miró la pierna y sonrió. El viaje había valido la pena.
“And in the end
the love you take
is equal to the love
you make…”
Lennon/McCartney
the love you take
is equal to the love
you make…”
Lennon/McCartney
Dejaste al negro muy mal parado en este cuento!!! jajaja, ya me lo imagino... excelente viaje..realmente buenas tus historias!!
ResponderBorrarDigamos que el Negro se deja mal parado a sí mismo permanentemente. Igual lo queremos (aunque no sé por qué).
ResponderBorrarLa historia está genial. Pero sólo la caída de Cristina realmente sucedió. El resto es sólo producto de la imaginación del autor.
ResponderBorrarEl Negro
No confirmo ni desmiento lo señalado por el Negro.
ResponderBorrarDeberían hacerse cargo de lo que se publica en este espacio. Pronto los contactará mi abogado.
ResponderBorrarEl Negro
Nuestro departamento legal espera ansioso esa llamada. Bueno, también esperan el aguinaldo, pero no creo que llegue.
ResponderBorrarEstimado líder: yo creo que Negro es incapaz de hacer las cosas descritas. De cualquier manera usted es un maestro en el relato.
ResponderBorrarPaz Escárate
Estimada Paz, me parece que usted es parte de la campaña de "blanqueo" de El Negro, que la contrató por ser una persona carismática y creíble, jaja. Un abrazo!
ResponderBorrarYo le creo a Paz. Incluso, supe que la persona que empujó a Cristina fue el propio Claudio. SALUDOS!
ResponderBorrar"Adicto": Es altamente probable que ud. sea el Negro con un seudónimo.
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