domingo, 10 de abril de 2011

Amor enfermo (Viernes 3 AM)

No voy a venir yo a descubrir lo horribles que pueden ser las enfermedades repentinas. No me refiero a esos resfríos mutantes de hoy, en que tres días antes uno ya anda predicando el clásico “como que me quiero resfriar”, sino las verdaderamente sorpresivas, esas que te pillan de noche, sin aviso, sin defensas y sin remedios. Bueno, vengo saliendo de una de ellas, como con 4 kilos menos (sí, está buena la dieta).
Más allá de esa sensación de no poder controlar tu cuerpo, explicitada en un “gómito” que comienza a un viernes a las 3 AM recordando tu almuerzo y sigue durante todo el día hasta que botas incluso los malos recuerdos, está eso de estar tirado en la cama a la merced de todo el mundo (léase mi mamá que viene a cuidar a su nieto y la asesora del hogar semi-nueva). Y te enchufan un remedio que no sabes qué es ni para qué sirve, te preguntan mil veces qué comiste ayer y mil veces te aconsejan que no lo vuelvas a hacer porque blablá mientras tú te sientes morir (lo que es suficiente escarmiento como para no volver a cometer el error), y finalmente te dejan solo cuando necesitas que alguien te acompañe y te acompañan cuando querrías estar solo. Y podría ser peor, porque ya el hecho de tener a alguien que vea de vez en cuando si sigues vivo ya es un éxito (quiere decir que has hecho las cosas bien en esta vida).
Y mientras la fiebre sube y los comerciales de la pareja de gordos del Warner Channel se repiten una y otra vez, te vas haciendo uno con el trapo mojado que te chorrea la frente, y luego el sudor helado y la efímera sensación de bienestar que te tienta a pedir una sopa. Sí, caí en la tentación. Y fue en ese momento cuando mi santa mujer (que llega a hacerse cargo de la situación –léase cacho- y en proceso de ser canonizada luego de este fin de semana), decidió que la sopa tenía que tener trozos de pollo. A pesar de la leve sensación de asco, y abrazando la irracionalidad que te da superar la barrera de los 38 grados, me tomé el caldo agradecido, pero consciente de que vería esos trozos delante de mí nuevamente. Y pronto. Pero qué iba a hacer. Con el cuerpo adolorido y la polera mojada, sabía que si valía la pena arrodillarse frente al W.C. por alguien, era por ella. Veo que el gordo de Warner cae al apoyarse en una mesa por enésima vez y comprendo que es una señal: parto al baño.      

4 comentarios:

  1. Pucha y cómo sigues??? sigues en el baño vomitando? y cuanta qué fue lo que comiste, poh.
    Espero te recuperes pronto

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  2. No, ya estoy full sopa de pollo style (ahora la aguanto). Todo es culpa de un pescado, en esos días en que uno ilusamente abandona la chatarra y las grasas saturadas para "comer sano". Eso de "comer bien" es sólo marketing. Gracias por leer!

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  3. Aca es donde piensas... no habra sido mejor ir a un mcdonals en vez de esa pica a "comer sano"?...

    Con esto explicas que eran esas cositas moviendose en tu ceviche...

    .... es buena la serie de los gordos o todavia se sigue cayendo cuando se apoya en la mesa?

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  4. La serie no la he visto nunca, pero la maldita promoción la pasan cada 3 segundos...

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